Los elementos básicos que usamos los ceramistas son arcilla, agua y fuego. La combinación acertada del líquido con la tierra nos permite modelar el barro. El fuego transforma físicamente mente la materia, vitrificando su cuerpo y volviéndolo resistente. No hay cerámica sin fuego, es el acto final en todo proceso cerámico.
Existe un cuarto elemento intangible que siempre está presente en toda pieza cerámica y que se mezcla junto a la arcilla: la memoria. No existe una cerámica sin pasado, sin carga cultural. El barro guarda la memoria de las manos que lo amasaron. Todos los pueblos transportan en vasijas su memoria; su cultura.
El barro cocido posee historicidad, construye un relato a través del tiempo que nos permite reconstruir el pasado; por como un alfarero modeló un cuenco, un asa o decoró una vasija. De esta manera la cultura cerámica de un pueblo construye un relato, un código material simbólico que nos conecta con recuerdos atávicos de nuestra propia historia.
Los elementos básicos que usamos los ceramistas son arcilla, agua y fuego. La combinación acertada del líquido con la tierra nos permite modelar el barro. El fuego transforma físicamente mente la materia, vitrificando su cuerpo y volviéndolo resistente. No hay cerámica sin fuego, es el acto final en todo proceso cerámico.
Existe un cuarto elemento intangible que siempre está presente en toda pieza cerámica y que se mezcla junto a la arcilla: la memoria. No existe una cerámica sin pasado, sin carga cultural. El barro guarda la memoria de las manos que lo amasaron. Todos los pueblos transportan en vasijas su memoria; su cultura.
El barro cocido posee historicidad, construye un relato a través del tiempo que nos permite reconstruir el pasado; por como un alfarero modeló un cuenco, un asa o decoró una vasija. De esta manera la cultura cerámica de un pueblo construye un relato, un código material simbólico que nos conecta con recuerdos atávicos de nuestra propia historia.
La cerámica se relaciona con la vida en la agricultura, organizando y construyendo comunidad sedentaria alrededor del fuego y de la comida almacenada en el interior de sus ollas. La morfología de cada olla está directamente determinada por su contenido, no es lo mismo transportar agua, chicha* que cocinar charqui* o maíz. Pero también la cerámica tiene una relación directa con la muerte, al utilizarla para enterrar a sus muertos en vasijas especialmente modeladas y decoradas para contener a ese ser que dejó el mundo de los vivos. Siempre acompaña en ese viaje hacia el mundo de los muertos un ajuar de cerámicas. Tierra cocida enterrada en la tierra fértil a modo de mortaja natural y primigenia.
Toda este bagaje cultural e historicidad está presente en la comunidad aborigen Chané Tutiatí de Campo Durand del Chaco Salteño. Son las mujeres las únicas encargadas de conservar con sus manos esta memoria, la extracción de arcilla, el preparado del barro, modelado, recolección de leña y la cocción es íntegramente realizada por ellas de manera solitaria. Este proceso se hace silenciosamente, robando tiempo de la sobrecarga laboral a la que siempre son sometidas las mujeres, por lo tanto, es importe destacar la necesidad de valorizar este oficio como un oficio portador de inmenso valor cultural, destacando y conservando el carácter femenino de esta producción alfarera.
Las alfareras Orembiapo Maipora de la comunidad Tutiatí, realizan con gran maestría técnica objetos escultóricos de cerámica como forma de sustento económico, especialmente los animales del monte. Y están vinculadas familiarmente a través de la memoria de su abuela Leticia Mariquita, que les transmitió el oficio cerámico. En ese hacer del barro se manifiesta un enorme goce estético donde el tiempo productivo, concebido desde el pensamiento contemporáneo capitalista, pierde importancia y desplazando el sentido comercial inicial del objeto. En ese momento de creación, ellas se vuelven dueñas absolutas del tiempo y del gozo artístico, aunque estos objetos no son percibidos por sus autoras como “arte” debido a que como mujeres indígenas están excluidas de esta categoría occidental. Ese gozo y enamoramiento de su trabajo las conduce a generar obras únicas de una gran pureza y potencia visual.











A las Orembiapo Maipora les ocurre lo mismo que a todos los ceramistas, que cuanto más modelamos, más nos conectamos con la tierra y ese dialogo matérico pone en valor saberes heredados. Ellas amasan el barro recordando e interrogando su pasado recuperando desde la “cultura material” actual la historicidad de su pueblo. Recorrer las memorias relacionadas a la creación de ciertos objetos sus formas y funciones, le confiere al presente nuevos sentidos renovando el imaginario del ser mujer e indígena hoy.
América latina es un territorio muy desigual, donde los paradigmas coloniales aún están presentes en nuestras formas de vincularnos y de mirar el entorno. Argentina es un país que no se piensa “marrón”, es un país que niega a los pueblos originarios que habitan su territorio invisibilizando las voces y cultura de estas naciones. Argentina se piensa blanca y europea, descendiente de barcos trasatlánticos y que acaparan el lenguaje y el discurso, determinado quienes pueden ser los creadores de sentido, la división en categorías de “arte” y “artesanía” está al servicio de esta hegemonía estética europea.
Trabajar de forma agrupada con y como parte de “Orembiapo Maipora”, unificadas por nuestro oficio cerámico y anulando categorías o paradigmas artísticos preestablecidos nos permitió reflexionar transversalmente sobre nuestras historias como mujeres dentro de un mismo espacio y tiempo. Esto nos llevó a dialogar y experimentar creando colaborativamente durante largas jornadas de trabajo. Indagando en la memoria individual y la identidad de este territorio común y salir de la mirada etnográfica unidireccional que expone al otro “pobre e indígena” como un objeto de estudio inmóvil.
Como actores culturales y artistas debemos ser conscientes de los privilegios que tenemos para no reproducir en nuestras prácticas modelos coloniales y de dominación cultural. Debemos repensar nuestros modos de hacer para inventar nuevas formas de construcción artística las cuales estén basadas en prácticas amorosas y de cuidado hacia el otro, teniendo en cuenta las complejidades de nuestras identidades mestizas asumiendo nuestros propios errores y limitaciones culturales.
Cuestionar con nuestros cuerpos en el territorio nuestra propia comprensión de arte, para poder entendernos, establecer puentes desde la confianza y la sororidad femenina, comenzar a vincularse de forma diferente, desde la consciencia que el cambiar el propio mundo debe ser de manera colectiva, unidas, tomando las diferencias como fortalezas.
Quema por aproximación
Registro fotográfico del proceso de elaboración de una pieza cerámica tradicional de la Cultura Chané.
Alicia, alfarera de la comunidad Tutiatí (Campo Duran – Salta) extrae con su machete arcilla de la veta ubicada en su territorio. El modelado tradicional es a mano, mezclando el barro colorado con ladrillo molido.
La pintura se realiza sobre una base de arcilla blanca con engobes de piedras arcillosas del rojo al negro recolectadas en el rio Capiazuti.
Con leña recolectada del monte Alicia nos enseña la cochura tradicional a cielo abierto, con la técnica de fuego directo sobre una parrilla llegando aproximadamente a 850ºC. El proceso dura aproximadamente 3hs.
Registro: Andrea Fernández
Las fotos de esta publicación fueron tomadas por: Andrea Fernández, Milagro Tejerina, Claudia Reynoso y Florencia Califano
*Chicha: Bebida alcohólica americana hecha con maíz o maní fermentado
*Charqui: Carne salada y secada al aire o al sol para que se conserve.
Agradecimeintos: Bernard Gerrien, ONG Juanita Moro; Cristina Romano, Marcia Schvartz, Renata Kulemeyer, Claudia Reynoso, Pablo Curutchet.